domingo, 14 de noviembre de 2010

La oferta y la demanda

Paseaba hace unos días por uno de esos barrios que la burbuja inmobiliaria transformo de erial y patatales a barrio residencial. El silencio y la ausencia de signos de vida, con la excepción de un par de luces por bloque, daban un aspecto apocalíptico a las calles. Edificios sin terminar, mostrando sus intimidades (pilares, bajantes, ...) bajo la desnudez de sus muros ausentes semejaban esqueletos de monstruos nonatos abandonados a su suerte por falta de financiación. Carteles de "se vende" sobrevolaban los cielos como pájaros necrófilos de toda suerte de colores.

Hace unos años los pisos se convirtieron en una excelente inversión. Ya no solo compraban pisos los que querían vivir en ellos, sino también los que querían enriquecerse con ellos. Y como hay más gente que quiere enriquecerse que gente que quiere vivir, se construyó desmesuradamente para satisfacer la demanda de los inversores. Así se crearon viviendas que soñaban llegar a ser hogares, pero nunca pasaron de ser bienes inmuebles.

Hasta que los precios de los pisos empezaron a dejar de subir. Entonces los inversores pasaron a dejar de comprar y a intentar vender, entrando en escena la ley de la oferta y la demanda para bajar los precios. Estos barrios no atraían a los inversores por su devaluación ni a los posibles habitantes por su localización, quedando como desiertos monumentos a la codicia.

Y es que de todas las leyes que Dios incrustó en el código fuente del universo, la de la oferta y la demanda, así como las leyes de la termodinámica o la imposibilidad de moverse a velocidades mayores que la luz, parecen ser inviolables. Mientras que la de la gravedad la hemos conseguido burlar, aún no hemos  podido construir el autogiro anticapitalista que permita hacer subir o bajar los precios a voluntad, para facilitar el acceso a los bienes más necesarios, independientemente de la demanda del producto.

Quizás las cosas cambien en la versión 3.0 del universo (la de antes del arca de Noé fue la 1.0 y la actual es la 2.0). Quizás en esa versión la necesidad sea más poderosa que el dinero. Por ahora, en cualquier caso, los pobres seguiremos jodidos.

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